Es una hipótesis propuesta en 1970 por el japonés Masahiro Mori. Según este experto en robótica, conforme más rasgos y comportamientos antropomórficos damos a los robots, mayor es nuestra empatía con ellos. Tendemos a reaccionar mejor ante máquinas que tienen ojos o boca, aunque no sean elementos necesarios para que desempeñen sus funciones.
Pero esa relación no es lineal. Mori teorizó que llega un momento en el que la respuesta emocional se vuelve negativa, a medida que el ser artificial parece cada vez más humano. Si representamos el fenómeno en una gráfica veríamos que
se da un valle en el que los robots nos producen una sensación inquietante antes de que su parecido con nosotros resulte tan alto que la respuesta emocional vuelva a ser positiva.
El fenómeno ha sido estudiado en primates, con resultados similares. En 2009, la Universidad de Princeton mostró a un grupo de monos fotografías de otros monos e imágenes tridimensionales generadas por ordenador con diferentes grados de realismo. La respuesta emocional fue similar a la que generamos las personas.
Pero esa relación no es lineal. Mori teorizó que llega un momento en el que la respuesta emocional se vuelve negativa, a medida que el ser artificial parece cada vez más humano. Si representamos el fenómeno en una gráfica veríamos que
se da un valle en el que los robots nos producen una sensación inquietante antes de que su parecido con nosotros resulte tan alto que la respuesta emocional vuelva a ser positiva.
El fenómeno ha sido estudiado en primates, con resultados similares. En 2009, la Universidad de Princeton mostró a un grupo de monos fotografías de otros monos e imágenes tridimensionales generadas por ordenador con diferentes grados de realismo. La respuesta emocional fue similar a la que generamos las personas.
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